1. Intensivista

“Los intensivistas, que ya éramos pocos antes de la pandemia, hoy nos encontramos al límite de nuestras fuerzas, raleados por la enfermedad, exhaustos por el trabajo continuo e intenso, atendiendo cada vez más pacientes. (…) sentimos que no podemos más, que nos vamos quedando solos, que nos están dejando solos; encerrados en la Unidades de Terapias Intensivas con nuestros equipos de protección personal y con nuestros pacientes, sólo alentándonos entre nosotros.” El comunicado de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva se difundió el martes y sigue sonando. Es fuerte leerlo tal como lo sacaron, sin diseño, hasta con errores de tipeo. La última frase queda trunca:  “No queremos que vos seas el  próximo paciente en nuestra Terapia Intens”. Y después las firmas. Como si hubieran tenido que dejar de escribir para atender algo más importante. La corrección como un lujo que no pueden darse.

No recuerdo escuchar la palabra antes de este año. Una más entre tantas especialidades médicas. ¿Qué se intensifica y les identifica? Lo intensivo son los cuidados; gente que se define en la vida por cuidar a otra intensa, intensivamente.

Pienso en la canción de Soda. Si algo está enfermo / Está con vida. Solo Cerati podía rimar “intensiva” con “lasciva”; la impunidad de los inmortales. Haré lo que me pidas / haré que me lo pidas. Años después se lo pedimos de mil maneras, nuestro amor en terapia intensiva / incentiva. Pero la terapia de amor intensiva no alcanzó. A veces no alcanza. Ayer se cumplieron seis años de su muerte. No escuchamos más palabras lascivas.

El miércoles, Amnistía Internacional difundió un informe titulado “Más de 7000 profesionales de la salud murieron a causa del COVID-19 en el mundo”. En Argentina van 80. Lo sucedido / nos lastima. 
 

2. Tos

Perdón por intensear, o como diría mi amiga Irene Soria, gracias por la paciencia. No puedo dejar de pensar en Paola de Simone, la docente universitaria de 46 años que murió mientras daba clase por Zoom. Ella misma había contado unos días antes por Twitter que llevaba cuatro semanas con síntomas de coronavirus. 

Creo que no tenemos todavía una palabra para la muerte por videollamada. Muerte por streaming. Esas cosas de la virtualidad: podés ver y escuchar a la otra persona, pedirle la dirección para llamar una ambulancia, pero no podés darle la mano, hacerle maniobras de reanimación, alzarla hasta la puerta.

“No puedo todavía creer que el contacto cruzado con ella hace pocos días fue que seguía con tos. Tos. Uno piensa ‘bueno, es tos. Pasa’. Esta vez no pasó (…) Hasta el mismo día de ayer estuvo dando clases con tos. Sí, con tos. No pasó.”, escribió el coordinador académico de la universidad donde trabajaba. “Ella siempre podía con todo. Siempre con una sonrisa. Siempre con un retruco. Siempre con más. Esta vez no pudo.” ¿Ella no pudo? 

La pregunta es cómo volver ahora al aula virtual. Porque ese es el tema con las salas de videollamada: son todas iguales, son la misma. En todas murió Paola.
 

3. Coronacoaster

¿Cómo salimos de acá? Con lo elegantemente que había gambeteado a la pandemia en el número cero. Permítanme culpar al coronacoaster, la montaña rusa de emociones en la que nos metió de prepo el COVID-19. Un día estamos arriba, todo está bien, amamos la vida doméstica y sacamos un newsletter luminoso y otro día, bueno, les pido mil disculpas.
 

4. COVAX

Salimos colaborando, claro. Es irónico que la palabra coronavirus empiece con co, mi prefijo favorito de la década pasada: compartir, colaborar, común, su ruta. Pero también empieza así COVAX, el Mecanismo de Acceso Mundial a las Vacunas contra la COVID 19: una alianza de 172 países para que el primer laboratorio que encuentre una que funcione la ponga a disposición, uno para todos y todos para uno. Se trata de la “pata vacunas” del Acelerador del acceso a las herramientas contra la COVID-19, lanzado por la OMS, la Comunidad Europea y la Fundación Bill y Melinda Gates en abril. En la práctica, es un acuerdo para incentivar a los países a invertir en desarrollo, y a los fabricantes de vacunas a producir la cantidad suficiente y distribuirla donde haga más falta. Según la BBC, en agosto ya 80 países se habían anotado para financiar una “cartera” de vacunas, y compartir el posible éxito de una o varias con otros cien con más necesidades sanitarias que poder económico. En teoría, esto permitiría brindar vacunas al 20 por ciento más expuesto de la población de cada país, tan pronto como sea posible, y cubriría al 70% de la población mundial. Básicamente, es un acuerdo para tratar de impedir que una vez más sea la mano invisible del mercado la que decida quién muere y quién vive. ¡Vamo arriba COVAX! Se estima que hacen falta 2000 millones de dólares nomás. Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Venezuela están en la alianza, así como Reino Unido, los países árabes e Israel. La Unión Europea está negociando. Estados Unidos y China, por ahora no. De Rusia ni hablar.
 

5. Novichok

Agente nervioso. “El gobierno de Alemania dijo este miércoles haber encontrado rastros del agente nervioso Novichok en el líder opositor ruso Alexei Navalny, quien está siendo atendido en un hospital de Berlín por envenenamiento”, cuenta la BBC. Debe haber más de un agente nervioso ahí. Rusia sigue dando las mejores historias de espías; es como si allá el siglo veinte, el corto siglo veinte que definió Hobsbawm, nunca se hubiera terminado. O mejor: como si Putin lo hubiera reiniciado, reloaded, quiero vale cuatro. Se pone cada vez mejor: según Wikipedia, Novichok es “una familia de agentes nerviosos que se desarrollaron en la Unión Soviética en los años 1970 y 1980. Algunas fuentes los califican como los agentes nerviosos más mortales que jamás se hayan hecho”. Los agentes más nerviosos del mundo. Locademia de nerviosos.
Son también llamados gases nerviosos: compuestos orgánicos capaces de colapsar el cuerpo. O sea armas químicas, clasificadas como de destrucción masiva y prohibidas desde 1997.
Hay varios Novichok. El VX, por ejemplo, es el que se encontró en el cuerpo de Kim Jong-nam, hermano del presidente de Corea del Norte Kim Jong-un. También fue Novichok lo que había en el ex espía ruso Serguéi Skripal y su hija Yulia cuando los encontraron en estado catatónico sobre un banco de un parque de Salisbury, Reino Unido, en marzo de 2018. Skripal pasó dos meses en coma, 23 diplomáticos rusos fueron expulsados de Londres y se le prohibió a la realeza británica asistir al mundial de fútbol en Rusia. Pobres.
Novichok en ruso significa “nuevo”.
 

6. Ilegal

Igual hay gente que se siente segura en Rusia. Como Edward Snowden, el whistleblower (soplador de secretos) más famoso, ex consultor de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA) y refugiado político en Moscú desde 2013, cuando destapó la olla de la vigilancia global  masiva que la NSA perpetraba de forma sistemática desde hacía años. Snowden entregó a periodistas de The Guardian y The Washington Post miles de documentos clasificados que detallaban la alianza de cinco países (Five Eyes: Estados Unidos, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Gran Bretaña, God save the queen) para vigilar masivamente a sus propios ciudadanos, y también a otros. En los archivos secretos se explicitaba la política de “recopilar todo”: chupar la mayor cantidad de información posible, de todo el mundo, sin orden judicial previa. Así lo cuenta Glenn Greenwald, el periodista británico que trabajó con Snowden, en el libro Sin lugar donde esconderse, que compré de saldo por Corrientes veinte minutos antes de que declararan el aislamiento obligatorio. También cuenta que Snowden sabía bien a lo que se exponía: el gobierno de Estados Unidos lo acusó de espionaje, robo de secretos de Estado y de poner en peligro la seguridad nacional, y pidió varias veces la extradición. Moscú se negó. Y bien: este miércoles pasado, una corte federal de Estados Unidos dictaminó que los programas de vigilancia secretos expuestos por Snowden fueron ilegales, y “no justificados por ninguno de los supuestos casos de terrorismo”. Ahora, algunos políticos están pidiendo que el presidente Trump lo indulte. Snowden ya dijo que le gustaría volver a Estados Unidos.
 

7. Graeber

Pienso en las personas escribiendo los memorándums archisecretos de la NSA y es la definición misma de bullshit jobs del antropólogo David Graeber: “Una forma de empleo remunerado que es tan completamente inútil, innecesaria o perniciosa que incluso el empleado no puede justificar su existencia aunque, como parte de las condiciones de empleo, se sienta obligado a fingir que esto no es así”. ¿Suena? Graeber explicaba que estos “trabajos al pedo” causan un daño moral irreparable: “una cicatriz en nuestra alma colectiva”.
Antes de Bullshit jobs (2018), escribió otra decena de libros, como el enorme Deuda, los primeros 5000 años (2011) y Fragmentos de una antropología anarquista (2004). Lo descubrí por este artículo inicial de Bullshit jobs, y un textito que el Partido Pirata de Argentina tradujo y publicó: Sobre los autos voladores y la tasa decreciente de ganancia. Fue parte del movimiento Occupy Wall Street; cuando la revista Rolling Stone le atribuyó la autoría del slogan “somos el 99 por ciento”, él dijo que había sido una creación colectiva.
Graeber murió el miércoles pasado en Venecia, donde estaba de vacaciones junto a su esposa. Me puso ridículamente triste. Como dicen en las redes: Rest in Power. 

 

8. Justicia

“De la Justicia sólo espero justicia. Que se saque las vendas, las orejeras y el tapabocas. En este momento sólo diré algo que diría Facu, sus propias palabras: Memoria, Verdad y Justicia. Él lo tenía muy presente, fue su lema, por siempre y para siempre. Que el Nunca Más, sea Nunca Más en serio.” Cristina Castro, la mamá de Facundo Astudillo Castro, dijo esto a través de la cuenta de Facebook de Garganta Poderosa el miércoles, cuando el Equipo de Antropología Forense le confirmó que los restos encontrados correspondían a su hijo. Esa misma tarde, una de las más frías del año, el ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni -que ninguneó desde el principio los reclamos de Cristina y proclamó que siempre les creería a los policías- publicó un video con música marcial y el hashtag #ToleranciaCero. La gráfica dice en blanco sobre negro: “En lo que va del año 2020 desalojamos 868 tomas de terrenos y fueron presas 524 personas. La usurpación de terrenos es un delito y en esta provincia tolerancia cero al delito”. Berni proclama con su propia voz: “En esta provincia, el derecho a la vida, el derecho a la libertad y el derecho a la propiedad privada son innegociables”. Ah mirá.

 

9. Anadiego

“—Son las 5 de la tarde —me dijo Ana casi susurrando. —¿Cómo sabés? —le pregunté desde la celda de al lado. —Por la proyección del sol en la pared. Se forma un ángulo, y por trigonometría, mido el seno y el coseno; así lo puedo calcular. Estudio Astronomía.
Seguimos hablando un rato, de celda a celda, en el Pozo de Quilmes. Nos habíamos levantado la venda y mirábamos por las ventanitas de las puertas de los calabozos que daban a un paredón. Un día se la llevaron. Nunca supe más de ella.
Siempre transmití a mis alumnos que la trigonometría es muy importante para resolver problemas cotidianos de nuestras vidas. Un homenaje a vos Ana, que me pudiste decir la hora cuando había perdido todas las coordenadas.”
Lo escribió Emilce Graciela Moler en su cuenta de Facebook el 30 de septiembre de 2017, a 41 años de la desaparición forzada de Ana Teresa Diego, secuestrada en la puerta de la facultad, en el Bosque de La Plata, a pleno mediodía. Este jueves fue republicado en la cuenta de @AnitaFefalas en Twitter. Agrega Anita que el 10 de diciembre de 2011, para el Día de los Derechos Humanos, el Comité de la Unión Astronómica Internacional aprobó la propuesta de la decana de la facultad y bautizó al asteroide 11441 como “Anadiego”. Es un cúmulo de materia que orbita entre Marte y Júpiter, descubierto por Mario Reynaldo Cesco en el observatorio de El Leoncito, San Juan, el 31 de diciembre de 1975, cuando Ana todavía miraba las estrellas.

 

10. Ventana

Ana y Emilce miraban por la ventanita, aunque no hubiera nada que mirar. Como todes. Soy ventanadependiente; mirar para afuera me parece un derecho humano básico. Es otra de las cosas que la pandemia y el aislamiento obligatorio hacen más obvio.
Hace unos meses encontré el regalo de Window Swap, gentileza de Mateo Schapire. Es un milagro de cuarentena global: un repositorio común de vistas. Me gusta entrar a la noche y asomarme un rato a una ventana de Bangalore o Kampala o Roma o El Cairo o Beryozovsky o Penang. Ver lugares que nunca imaginé, de noche, de día, al atardecer; el viento moviendo hojas o cortinas, autos y gente pasando. Algunas son ruidosas, en otras hay música. Descubrí que se puede hacer zoom y perderse en los detalles. A veces pasa un gato frente a la cámara. También hay sobresaltos: encontré una ventana prendida fuego, localizada como “Wildfires in Delta del Paraná”.
Mirar afuera. Nunca se sabe qué hay del otro lado.