6. Ilegal

Igual hay gente que se siente segura en Rusia. Como Edward Snowden, el whistleblower (soplador de secretos) más famoso, ex consultor de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA) y refugiado político en Moscú desde 2013, cuando destapó la olla de la vigilancia global  masiva que la NSA perpetraba de forma sistemática desde hacía años. Snowden entregó a periodistas de The Guardian y The Washington Post miles de documentos clasificados que detallaban la alianza de cinco países (Five Eyes: Estados Unidos, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Gran Bretaña, God save the queen) para vigilar masivamente a sus propios ciudadanos, y también a otros. En los archivos secretos se explicitaba la política de “recopilar todo”: chupar la mayor cantidad de información posible, de todo el mundo, sin orden judicial previa. Así lo cuenta Glenn Greenwald, el periodista británico que trabajó con Snowden, en el libro Sin lugar donde esconderse, que compré de saldo por Corrientes veinte minutos antes de que declararan el aislamiento obligatorio. También cuenta que Snowden sabía bien a lo que se exponía: el gobierno de Estados Unidos lo acusó de espionaje, robo de secretos de Estado y de poner en peligro la seguridad nacional, y pidió varias veces la extradición. Moscú se negó. Y bien: este miércoles pasado, una corte federal de Estados Unidos dictaminó que los programas de vigilancia secretos expuestos por Snowden fueron ilegales, y “no justificados por ninguno de los supuestos casos de terrorismo”. Ahora, algunos políticos están pidiendo que el presidente Trump lo indulte. Snowden ya dijo que le gustaría volver a Estados Unidos.