1. Covinvicta

Esta es de Ana Laura Maizels y (creo) de nadie más (hasta ahora, que se vuelve nuestra). Decía Ana el martes: “Covinvicta (?) Tomá, RAE, ahí tenés otra: ‘yo estoy covinvicta. Todavía no me contagié’. Venía a cuento de las palabras relacionadas con el COVID-19 que está incorporando la Real Academia Española a su Diccionario histórico de la lengua española, con tantas críticas que tuvieron que salir a aclarar que el hecho de sumarlas “no supone un aval para su uso”, ni “tampoco implica en ningún caso que se esté considerando su inclusión en el Diccionario de la lengua española (DLE)”. Cuestión de “producto diccionarístico”, como sugieren Paula Salerno y Daniela Lauría en Discursópolis.
El martes a la tarde fui a una consulta médica de control que había postergado en 2020. La doctora me preguntó: “¿Tuviste COVID?”. Nunca me lo habían preguntado antes. Sigo covinvicta, por ahora. mientras miro cómo se va inclinando la balanza invisible que marca qué es normal, qué es raro y qué extraordinario. Meses -¡décadas!- de covinvicta sin saberlo. Convicta; con vida.
 

2. Oxígeno

El lunes, Ernesto Tenembaum abrió su programa de radio diciendo: “Esta semana vamos a hablar mucho de oxígeno”. Entrevistó a un empresario que explicó cómo se fabrica oxígeno, cómo se distinguen el medicinal y el industrial, y dijo que estaba al límite de la capacidad operativa, pedaleando a la industria para favorecer al sistema de salud. Me acordé que en abril de 2020 había leído relatos de gente buscando tubos de oxígeno por todo Guayaquil, a merced del mercado negro, teniendo que que elegir dónde morirían sus familiares. Me parecía una imagen del horror lejanísimo: un sálvese quien pueda donde ya no hay hospitales ni ley ni nada, y solo queda salir a puro coraje a por el próximo aliento. Mad Max (hola 2021). 
El martes, el presidente suspendió las exportaciones de oxígeno. 
El miércoles, la ministra de Salud y el ministro de Desarrollo Productivo anunciaron que la demanda estaba “entre dos y tres veces más que en el momento de mayor consumo del año pasado”, y que toda la producción se dirigiría al uso medicinal. También fijaron el precio; salió el jueves en el Boletín Oficial.
Según el COVID 19 Oxygen Needs Tracker de PATH, los países de ingresos bajos y medios triplicaron su demanda entre el 1 de febrero y el 1 de mayo. Al 30 de abril requerían cuatro millones de tanques (27.700.000 metros cúbicos) por día. Imagino un túnel de un kilómetro de largo, 277 metros de ancho, cien de alto.
Según BBC, tres fabricantes concentran el 69% del mercado de gas industrial (que incluye el oxígeno medicinal) a nivel mundial: Air Liquide, Linde y Air Products. En Ecuador, en Perú, en México, en Brasil ya hubo denuncias por mercado negro de oxígeno. Ahora estallan en la India, donde se llama a no acaparar tanques “por las dudas”. Porque el problema es el oxígeno pero también, y muchas veces sobre todo, los tubos que lo contienen, y cómo transportarlos. Por eso, en Guayaquil se implementó un Banco de Oxígeno donde los tubos se prestan y recirculan. El único pedido: devolverlos recargados.
 

3. Coinfección

El 15 de abril, la revista Virus Research publicó un estudio genómico brasileño que asegura que se encontraron dos casos de personas infectadas simultáneamente con dos variantes diferentes de COVD-19. Porque por qué no. 
La noción de coinfección (“la infección simultánea de un huésped por parte de múltiples agentes patógenos”) no es nueva, pero, como tantas otras, pertenecía a la lejana jerga médica hasta hace poco. Se hablaba, por ejemplo, de las posibilidades de coinfección entre el virus HIV y la tuberculosis. Pero el SARS-CoV-2, siempre rupturista, logra la coinfección de dos mutaciones de sí mismo: covid al cuadrado. 
Según dijo a SciDev Fernando Rosado Spilki, uno de los autores, estas coinfecciones “son reflejo de la alta circulación simultánea de diferentes linajes del virus en un espacio geográfico determinado”. Explicó que esto puede propiciar la recombinación celular para que surjan nuevas cepas del virus: “Ello puede significar un salto evolutivo del virus, haciéndolo más fuerte que los otros linajes”. 
Según explica el epidemiólogo Eric Feigl-Ding, la recombinación es peor que la “simple” (dice él) mutación genética. “A diferencia de las pequeñas mutaciones, que son como errores tipográficos en la secuencia, un fenómeno llamado recombinación se asemeja a un gran error de copy-paste en el que la segunda mitad de una frase se sobrescribe completamente con una versión ligeramente diferente. Una avalancha de nuevos estudios sugiere que la recombinación puede permitir que el virus cambie de forma de manera peligrosa”, dice citando un artículo del New York Times que sostiene que el virus “es un maestro en cambiar su genoma”.
El estudio que encontró los casos de coinfección se hizo en noviembre en Río Grande do Sul, el estado brasileño más austral, fronterizo con Argentina y Uruguay. Vuelven las palabras  del neurocientífico nordestino Miguel Nicolellis compartidas en N30P07: “Brasil es un vivero a cielo abierto”.
 

4. Parosmia

Poli Sabatés (que debe tener treinta como mucho) contó que, un mes después del alta de COVID-19, sufre dolor de cabeza todos los días. Desencadenó una catarata de respuestas donde se detallan secuelas: el famoso “COVID largo”(N08P05). Muches describen alteraciones en el gusto y el olfato. “Tuve hace 8 meses. El olfato volvió pero trastocado. También me pasa que cada tanto huelo humo de la nada (como un olor fantasma) y en esos momentos siento como si me faltara el aire”, dice @gallesdelimon. “Hace 6 meses ya que tuve Covid. Sin gusto ni olfato, todavía. Cada tanto tengo alucinaciones olfativas, oler algo que no está y en general desagradable. Las bebidas colas saben a podrido”, dice @aleszir. “Mi alumno, de 15 años, tuvo el año pasado, me contó que estuvo durante varios meses sin probar la carne, porque le sentía gusto a podrido, y al agua sabor a gasolina…”, dice @EcSweetmorena. Otres cuentan que hacen rehabilitación neurológica. Y @marcelofurci aconseja: “Busquen ‘parosmia’. Es una alteración frecuente que aparece a muchas personas post Covid”. 
“Se denominan parosmias la serie de alteraciones cualitativas del olfato que producen una percepción distorsionada de un olor que está presente en el ambiente (disosmia) o que no lo está (fantosmia o alucinación olfativa)”, dice la Wiki. Antes se asociaba a epilepsia,  Parkinson y a cuestiones psiquiátricas. Ahora Marcela Kloosterboer dice sentir “olor a cigarrillo todo el tiempo”.
“Los descripciones comunes de los diferentes olores de parosmia incluyen: muerte, descomposición, carne podrida, heces”, dice Chrissi Kelly, quien fundó el grupo  AbScentParosmia en junio. Se cree que es porque se perciben solo algunos de los compuestos volátiles que contiene una sustancia, que huelen peor aislados; esto sería porque las fibras nerviosas que llevan señales desde la nariz hasta el bulbo olfatorio en el cerebro se dañan y luego crecen con “cables cruzados”. 
Parece que el cerebro se reacomoda con el tiempo. Nadie sabe cuánto. 
 

5. Inmersivo

Donde vamos no necesitamos olfato.
Vamos al metaverso (N34P01). Suena a ciencia ficción pero se está pensando para el trabajo. Fábricas, oficinas, escuelas en el metaverso, donde interactuaremos (interactuariola) a través de avatares. Con imágenes y sonidos, sin olores (por ahora). BMW ya está poniendo plata, y no es para jugar, pero sí aprende de la industria de los videojuegos. Y ahí hace décadas se viene insistiendo con dos palabritas: experiencia inmersiva.
Cuando yo era chica, una experiencia inmersiva era aprender un idioma viajando al lugar donde se habla. O tirarse a una pileta. No sé por qué se dice inmersión si hablamos de sumergirse (quizás sea porque “sumersión” – N06P07 es otra cosa: es de lo que murió Facundo Astudillo Castro, que desapareció hace un año y un día, y para quien todavía no hay justicia). 
Ahora lo que se busca inmersivo es el zoom. Es la previa del metaverso: mientras terminan de ponerlo a punto y armarnos los avatares, vamos con simulación de espacios 3D. “La vista inmersiva de Zoom podría hacer que las videollamadas se sientan un poco más como en persona”, tituló The Verge. A la larga, está hablando de uno de esos fondos virtuales; pero en este caso, podría mostrar las caritas como coexistentes en un espacio (inventado). Así la “sala virtual” empezaría a parecerse un poquito más a una sala, y podría personalizarse: auditorio, sala de reuniones, aula
Mis primeras videollamadas masivas fueron un cumpleaños, una conferencia y un velorio internacional. Me shockeó que se vieran igual. “Imagino que pronto estos protoespacios virtuales se especializarán para ofrecer ‘modos’: modo cumpleaños, salida nocturna, clase, reunión comercial, mitín político y así”, escribí en abril de 2020. Un año después, está llegando (Microsoft ya lo tenía en Teams y Skype hace rato). 

Escuché una publicidad de algún dispositivo que decía: “Jugar ahora es vivirlo”. Vivir en un continuum ciberfísico (N15P01), o al menos híbrido (N05P03), diseñado en base a videojuegos.
 

6. Streamer

La palabra no es nueva, pero acaba de ganar otro alcance en Argentina. “Todo sucede de a poco, hasta que todo sucede de repente”, escribió Lalo Zanoni citando a Hemingway. Les streamers eran familiares para una generación, desconocides para otra, hasta que ese muro cayó por la indignación de Gustavo López, un periodista deportivo de radio La Red.
“Che, ¿por qué los jugadores hablan con Ibai? Me pone nervioso eso. Ahora todo el mundo quiere hablar con Ibai. ¿Quién es?”, preguntó al aire, muy alterado. “Un streaming gamer”, le contestaron. “Ya me gana Ibai, me tengo que retirar. Me molesta que ya sea algo recurrente esto de los jugadores de hablar con Ibai. ¿Seis millones de seguidores tiene? ¿Y a mí qué me importa?”. Le explican (mal): “Es un youtuber que tiene un canal de Twitch”. “¿Qué es Twitch? ¡No tengo idea qué es Twitch!”, grita López, casi con orgullo. “¿A quién le ganó? No sabe nada y encima saca por teléfono al Kun Agüero y a Dybala!”.
Tampoco es que haya que estudiar física nuclear para hablar con un futbolista.
Hasta el martes yo no estaba al tanto de la existencia de Gustavo López. Gracias que sé quién es el Kun. Pero el episodio es genial. Ibai Llanos no se privó de contestarle: “Pero, por favor, Gustavo, no estés tan ardido si Dybala no quiere ir contigo, pues baja un poco de nivel, no vayas con un delantero de la Juventus. Llama a uno que quizás está más en tu nivel, de la tercera división keniata”.
Twitch es una de las plataformas de transmisión de juegos (y también de contenidos en general) más importantes del mundo, comprada por Amazon en 2014. Ahí se crían les gamers (jugadores de videojuegos o e-sports que pueden ganar dinero por los aportes de sus fans) y streamers (quienquiera que transmita). En la práctica, puede ser un YouTube alternativo (cuando YouTube nació como una “tv alternativa”).
“Fuimos privilegiados: escuchamos en vivo el ruido que produjo el choque de dos mundos”, escribió Zanoni. “López se enojó, y el que se enoja pierde”.
 

7. Memecoin

Mientras tanto en criptofalopalandia, el dogecoin -conocido también como “memecoin”, o “la criptomoneda que era una joda y quedó”-, aumentó su valor de mercado un 19.000 por ciento en un año (y un 8000 por ciento en 2021). Yo no entiendo nada de finanzas, pero se ve un poquitín inestable. 
Dogecoin (DOGE) es una criptodivisa creada en 2013 como un chiste, remixando la criptomoneda Litecoin y el meme del perro conocido como “doge”. Pero hoy ya es la sexta  criptomoneda más importante por capitalización de mercado con casi 50 mil millones de dólares, más que Ford. Y todo gracias a algunos tuits del bueno de Elon Musk, que respalda la moneda e invita a comprar sus Tesla con ella. Si la idea era molestar a la tribu del Bitcoin, misión cumplida.
En mayo de 2020 un doge valía 0,002 dólares; hoy vale 0,3848. Les entusiastas del memecoin, organizades en el foro de Reddit WallStreetBets (el mismo en el que se armó la movida de GameStop, N22P01-10) quieren llevar su valor a una paridad con el dólar -una convertibilidad, vamos-. Y querían lograrlo para el 20 de abril, para hacer otro chiste: el 4/20 es también el 420, número que simboliza a la marihuana. 
No se logró, pero quizás no falte mucho. El miércoles Musk tuiteó “The Dogefather SNL May 8”. ¡”El Perrino”! El 8 de mayo será anfitrión en Saturday Night Live, uno de los shows de comedia más vistos de Estados Unidos (y del mundo). A Musk le gustan los juegos de palabras y también hacerse el Midas: con solo ese tuit, en un ratito el doge subió un 32%. 
¿Y qué tienen que ver las criptomonedas con la televisión masiva? Bueno, nada y todo. Como en el cuento del periodista de radio y el streamer, el encuentro de los mundos puede hacer ruido. “Elon Musk se apoda a sí mismo ‘The Dogefather’ en un tuit promocional de SNL, provocando que gente real invierta dinero real en criptografía de broma”, tituló MarketWatch
Adiviná quién tiene algo para perder.
 

8. Criptoballenas

Muy gracioso el chiste del perrino. Hasta que deje de serlo. Las criptomonedas son muy volátiles, y además habilitan la concentración. “Mercado distribuido decían, sin bancos centrales decían. Permite un poco de movilidad para los que entran primero, pero luego crea la misma concentración que cualquier otro mercado”, señalaban hace unos días en el canal de Telegram Experiencia Interdimensional. Y compartían un artículo de The Telegraph: “El extraño mundo de las ballenas de Bitcoin: las 2500 personas que controlan el 40 por ciento del mercado”. 
Pero hay criptoballenas más allá del Bitcoin. Se llama así a los jugadores más grandes del mercado de criptomonedas, que mueven grandes volúmenes a través de acuerdos especiales. ¿Serán los sospechosos de siempre, los fondos de inversión? La bitcoin wiki menciona a algunas de “las criptoballenas más notables”: Pantera Capital, Bitcoins Reserve, Binary Financial, Coin Capital Partners, Falcon Global Capital, Fortress, Bitcoin Investment Trust, Global Advisors Bitcoin Investment Fund. No suenan a adolescentes en un garage.
 

9. Homoploutía

En la edición del lunes de su newsletter Primera Mañana, Tomás Aguerre destacó que los sueldos de los CEOS de las grandes empresas transnacionales crecieron incluso en las compañías que perdieron plata por la pandemia. Así, la brecha entre directivos y trabajadores se ahonda; el salario de los CEOs, en promedio, multiplica por 320 el del trabajador medio de su empresa. Pero también ganan mucho más en términos de acciones. Y para explicar esto trajo la noción de homoploutía, que Branko Milanovic usa en su último libro, Capitalismo, nada más.
“Homoploutia es un neologismo que he inventado tras consultar a mis amigos griegos”, explicaba Milanovic en un tuit de 2019. “Indica que las mismas personas (homo) son ricas (ploutia) en el espacio de las rentas de capital y del trabajo; tu CEO vecino está en el 1% superior por ingresos laborales y también en el 1% superior por las acciones que posee”.
En 2020 publicó junto a Yonatan Berman el artículo “Homoploutia: Top Labor and Capital Incomes in the United States, 1950—2020”. En el resumen explican: “[La homoploutía] Se puede cuantificar por la proporción de ricos en rentas del capital que también son ricos en rentas del trabajo. (…). Descubrimos que la homoploutía [en Estados Unidos] era baja después de la Segunda Guerra Mundial, aumentó a principios de los años sesenta y luego disminuyó hasta mediados de los años ochenta. Desde 1985 ha aumentado considerablemente: En 1985, alrededor del 17% de los adultos en el decil superior de ingresos de capital también estaban en el decil superior de ingresos de trabajo. En 2018 este indicador era de alrededor del 30%. Esto hace que la división tradicional entre capitalistas y trabajadores sea menos relevante hoy en día. La alta homoplautía tiene implicaciones de gran alcance para la movilidad social y la igualdad de oportunidades.”

Por María Ponzio

10. Sindicatos

En la edición del lunes de su newsletter Primera Mañana, Tomás Aguerre destacó que los sueldos de los CEOS de las grandes empresas transnacionales crecieron incluso en las compañías que perdieron plata por la pandemia. Así, la brecha entre directivos y trabajadores se ahonda; el salario de los CEOs, en promedio, multiplica por 320 el del trabajador medio de su empresa. Pero también ganan mucho más en términos de acciones. Y para explicar esto trajo la noción de homoploutía, que Branko Milanovic usa en su último libro, Capitalismo, nada más.
Homoploutia es un neologismo que he inventado tras consultar a mis amigos griegos”, explicaba Milanovic en un tuit de 2019. “Indica que las mismas personas (homo) son ricas (ploutia) en el espacio de las rentas de capital y del trabajo; tu CEO vecino está en el 1% superior por ingresos laborales y también en el 1% superior por las acciones que posee”.
En 2020 publicó junto a Yonatan Berman el artículo “Homoploutia: Top Labor and Capital Incomes in the United States, 1950—2020”. En el resumen explican: “[La homoploutía] Se puede cuantificar por la proporción de ricos en rentas del capital que también son ricos en rentas del trabajo. (…). Descubrimos que la homoploutía [en Estados Unidos] era baja después de la Segunda Guerra Mundial, aumentó a principios de los años sesenta y luego disminuyó hasta mediados de los años ochenta. Desde 1985 ha aumentado considerablemente: En 1985, alrededor del 17% de los adultos en el decil superior de ingresos de capital también estaban en el decil superior de ingresos de trabajo. En 2018 este indicador era de alrededor del 30%. Esto hace que la división tradicional entre capitalistas y trabajadores sea menos relevante hoy en día. La alta homoplautía tiene implicaciones de gran alcance para la movilidad social y la igualdad de oportunidades.”