5. Reinfecciones

Hace una semana preguntaba en Twitter “¿en qué ola estamos?”. Qué joven era en aquel lejano sábado; hoy esa duda no existe. El lunes, la ministra Vizzotti anunció que estábamos “empezando una cuarta ola”. Cada grupo de Whatsapp lo confirma: otra vez hay Covid por todas partes.
“Muchos tenemos familiares, o amigos que tuvieron Covid más de una vez, o incluso dos veces en un mes. Entonces, ¿cuántas veces podemos reinfectarnos?” planteaba el martes Nora Bär en Pasaron Cosas. “La variante Omicron muestra que las infecciones pueden ser repetidas, incluso con espacio de semanas o meses. (…) Aunque en un principio de la pandemia se oyó que la inmunidad de la vacunación, o una infección previa, evitarían la mayoría de las reinfecciones, ahora se piensa que este podría ser el patrón del Covid a largo plazo: es decir, una y otra infección a lo largo -incluso- del año. Sin embargo, no se puede calcular con precisión cuántas de estas reinfecciones se producirán”. Preguntémosle a Armani, que ya va por la tercera. 
 

2. Tecnomagia

Un hilo de Twitter de Ben Williamson
“Mi post más reciente es sobre el anuncio de las próximas funciones de inteligencia artificial  para Google Classroom. El marketing lo llama ‘Google Magic’. Significa automatización de la educación a una ‘escala sin precedentes’. ‘Podemos esperar que Google agregue aún más automatización a su plataforma de aprendizaje en línea en el futuro’. Esta es una reseña favorable, que indica cuán normalizados se han vuelto los imaginarios de autoedición”. 
Y luego: “La IA y la automatización en la educación no son mágicas ni neutrales, por supuesto. Google Classroom prosperó en las cuarentenas por conveniencia, pero su expansión continua probablemente debería verse como una intervención política en el futuro de la educación. Entonces, ¿por qué es político el marketing de Google de actualizaciones de automatización ‘mágicas’ en Classroom? Porque Google tiene un enorme poder para dar forma a la educación en todo el mundo. Tiene poderes similares a los del estado para influir en las escuelas. Pero los implementa como actualizaciones.
(….) La ‘magia de Google’ también disfraza la política de sus supuestos sobre la educación. El imaginario de un asistente de aula automatizado 1:1 se basa en una comprensión individualizada del aprendizaje y la adquisición eficiente de conocimientos. La educación es más que eso.
La comercialización de la IA en la educación por parte de Google como una especie de tecnomagia también es realmente tecnosolucionista. Es una postura política que afirma que los problemas educativos complejos se pueden resolver con tecnología. Y ha abierto seriamente la educación a la especulación post Covid.
(…) La IA en la educación no está probada y no es mágica. Es una tontería aceptar estas intervenciones tecnológicas privadas en la educación pública a esta escala sin alguna evidencia, y mucho menos escepticismo y crítica.
Antes de que Google implemente la IA en la educación, quedan preguntas clave sobre los problemas éticos relevantes”.
 

6. Unión

“Queremos agradecerle a Jeff Bezos por irse al espacio, porque mientras él estaba ahí arriba, nosotres estábamos registrando a la gente [en el sindicato]”. Lo dijo el viernes Chris Smalls, ex trabajador de Amazon y co-fundador de Amazon Labour Union, el primer sindicato de Amazon del mundo. Lo dijo mientras descorchaba champagne: de les 8000 trabajadores del depósito de Staten Island, 2654 habían votado a favor de sindicalizarse, mientras que otros 2131 votaron en contra. Eso implica que ahora el movimiento iniciado por Smalls es la primera unión oficial de trabajadores de Amazon reconocido por la justicia de Estados Unidos. Y es independiente. 
Smalls llevaba cuatro años trabajando en el depósito de Saten Island cuando empezó la pandemia, en marzo de 2020; era supervisor. Enseguida se dio cuenta de que el lugar no contaba con los mínimos protocolos de seguridad para enfrentar la ola de contagios de COVID-19. Organizó una marcha para pedir mejores condiciones de trabajo y fue despedido en el mismo día, con la excusa de que ese acto violaba la cuarentena. En un e-mail interno se recomendó hacer de Smalls “la cara de la protesta”, ya que consideraban que no era “ni inteligente ni elocuente”, según publican Jodi Kantor y Karen Weise en el New York Times
Amazon lleva años haciendo campañas contra la sindicalización, al borde la ilegalidad: el año pasado, una votación en Bessemer, Alabama se frustró porque les trabajadores tenían miedo de perder su trabajo si votaban por el sindicato. 
Pero esta vez, la unión hizo la fuerza que hizo la unión. ¿Qué reclama la Amanzon Labor Union? Licencia médica paga cuando se sufren accidentes de trabajo; ajustes del sueldo a la inflación; respeto por los horarios de descanso. Derechos humanos.
 

1. Gripalización

Una donación de Paula Salerno, que me manda este link de Infobae. “Europa estudia una nueva estrategia: aceptar el virus”, se titula. “Los países alistan un cambio de enfoque que pase del modo crisis al control de daños, y abordar el COVID de forma similar a la gripe o el sarampión”. Y luego: “La estrategia ha sido apodada ‘gripalización’ del COVID-19 por los medios españoles.” En Cadena Ser, Ángeles Barceló le preguntó a Pedro Sánchez, presidente del gobierno, si se está yendo “a una gripalización de la pandemia”, y él respondió “estamos trabajando en ello”.  
Se habla también de “gripalizar”, como en este título de la BBC. Muchas voces subrayan el “riesgo de gripalizar” el COVID-19, o dicen que es demasiado pronto para hacerlo; entre ellas, las de la alicaída OMS. Me causa un poco de gracia lo de “gripalizar”, porque implica una cierta agencia, un poder de decisión, como si le ordenáramos al virus: “y ahora, en forma de gripe”. Como si en los últimos dos años le hubieran importado nuestras órdenes. 
Cierto que el virus, su realidad biológica, es solo una fracción de la enfermedad, y que el resto se arma en la cultura: con el peso que le ponemos o le sacamos, los cuidados que aplicamos o dejamos de aplicar, los protocolos y los estigmas. Esa parte sí está en manos humanas. 
Todo el discurso sobre gripalización es pasto para los movimientos conspiranoides que porfían que la pandemia nunca existió. “Llevan dos años queriendo ‘covidizar’ una gripe y ahora quieren ‘gripalizar’ los efectos de las vacunas…”, tuiteó @Dem1Reg el domingo.
Hasta la Fundación de Español Urgente de la RAE tiene una entrada motivada por una consulta que dice “el presidente del Gobierno español ha usado la palabra gripalizar” (no pude encontrar a Sánchez diciendo eso: fue la periodista). En Fundeu afirman que el verbo “está bien formado”, lo mismo que el sustantivo “gripalización”, y que las comillas son optativas. Aclaran: “No se refiere a convertir la covid en gripe, sino a hacer una vigilancia centinela de la covid similar a la que se hace para la gripe”. Pero es justo esa necesidad de aclaración lo que muestra el problema. Estará bien formado, pero semánticamente es un lío. Uno más.
 

2. Endemia

Lo que sí dijo Pedro Sánchez en Cadena Ser: “Tenemos que ir evaluando la evolución del covid hacia una enfermedad endémica”. 
Y a partir de ahí, algunos medios publicaron que la ONU se plegaba a estas medidas para “endemizar” la pandemia. Aunque nadie afirmó eso: el 12 de enero, ante la pregunta de un periodista que citaba las palabras de Sánchez, el vocero del secretario general dijo que dejarían que la OMS “lidie con eso”, y que “seguirán sus pasos”, según esta transcripción oficial. Pero la fake news ya rodaba; medios de todo el mundo explican qué es una endemia. 
Y acá viene lo desconcertante: se asocia a un límite espacial. “Endemia (del francés endémie, y este del griego ἔνδημος, transliterado éndēmos, «del territorio propio») es un término utilizado para hacer referencia a un proceso patológico que se mantiene de forma estacionaria en una población o espacio determinado durante períodos prolongados”, dice la Wiki. Es decir, no es menos grave que una pandemia, sino menos global.
Desde la OMS, Catherine Smallwood dijo que “ciertamente todavía no estamos para llamarlo una endemia”. Anthony Fauci, de Estados Unidos, dijo que la endemicidad significaría “una presencia no disruptiva sin eliminación”. “En” Davos, Mike Ryan, de la OMS, fue más cauto: “Endemia no significa algo bueno, solo significa que estará aquí para siempre”. 
El miércoles Christopher Murray publicó en The Lancet (¿otra vez The Lancet?) un artículo prometedor: “El Covid-19 continuará pero el fin de la pandemia está cerca”. Puntualiza: “Uso el término ‘pandemia’ para referirme a los extraordinarios esfuerzos sociales en los últimos dos años para responder a un nuevo patógeno que cambió cómo las personas viven sus vidas y cómo se desarrollaron las políticas de respuesta de los gobiernos. (…) La era de las medidas extraordinarias terminará después de la ola de omicron”. 
Señala mi amiga Natalia Ginzburg que en estos días escucha decir “salir de un covid”; “como si se asumiera que es repetible, como la gripe”. 
Empecemos por sacarle las mayúsculas a ‘covid’. Ya es hora.
 

3. Covirgen

“Una fase superior del “covinvicta” (N35P01) acuñado por Ana Laura Maizels en mayo de 2021, en plena segunda ola. Esta se la leí a otra amiga, Eugenia Zicavo. Según veo en Twitter, circula desde 2020, pero cobró impulso en 2021, y se afirmó en 2022: se usa hasta en India, con tarjetita y todo.
‘Covirgen’, ni qué decir, es un retrónimo (N36P01): define algo que es igual que antes pero ahora se ve distinto, porque se compara con algo nuevo. ‘Covinvicta’ también lo es, pero con un matiz diferente: está montado sobre una de las metáforas bélicas que codifican la enfermedad. Hay una batalla, ganás o perdés. En cambio, ‘covirgen’ habla de cierta inexorabilidad. Lo normal cambió de bando. Ya no hay batallas: hay algo que perder y punto, y va a pasar más pronto o más tarde, a menos que te metas en un convento de clausura. Un rito de pasaje.
Otro aporte de Natalia Ginzburg, etnógrafa del covid: ya hay una fórmula convencionalizada para responder a un mensaje donde alguien cuenta (¿avisa?) que contrajo el virus. Lo que hasta el año pasado eran variantes de “uhhh”, “¿cómo estás?”, o “¿necesitás algo?”, con omicron se resume en dos palabritas: “pronta recuperación”. Porque, cada vez con más frecuencia, quien las dice ya pasó por ahí, y sabe de qué se trata. O intuye que le va a tocar en breve.
 

5. Transitar

Hace unos días le pregunté a Natalia Ginzburg: “¿Estás transitando covid?” Solo cuando ella me marcó la palabra me di cuenta de dónde la traía. Venía del fondo del lejano otoño del 2021, de un mail de la maestra de mi hija, textual.
Me interesa la ambigüedad que trae el uso medio forzado del verbo, a duras penas gramatical: “transitar” solía ser, valga la contradicción, un verbo intransitivo. Alguien transita (en general, por un lugar); no alguien transita algo. Pero este cambio ya viene de hace rato. Pienso en la frase “estoy transitando un perro”, que refiere a cuidar al animal durante un tiempo hasta encontrar quien lo adopte. En ese contexto, también se habla de “dar tránsito”. Donde lo que transita, se mueve, sería el perro, de una situación a otra (de abandonado a adoptado). Entonces la transitividad del verbo se complica, ¿quién transita (a quién)? Y algo así, me parece, podría aplicarse al covid también. En el “estamos transitando covid” de la maestra, era su familia la que transitaba (una situación). Pero también le daba tránsito, asilo transitorio y paso, al virus. Se sabe: muerto el perro, muerta la rabia; el virus nos necesita con vida para poder vivir. El virus transita por nuestros cuerpos, de uno en otro. Nosotres transitamos la situación. Natalia se refirió a sí misma en un audio como “covid saliente”, donde el covid se convierte en una especie de lugar: lo esquivamos, si no hay más remedio lo transitamos, entramos, pasamos, salimos del trance. (No es nuevo: viene de “salir de una gripe”, por ejemplo). Pero a la vez, es el covid (o la gripe, para el caso), la que entra en el cuerpo, se aloja, hace lo suyo, sale, en tránsito perpetuo. Quién contiene -aloja- a quién, quién pasa. Quién tiene la agencia. Quién manda. Se dice desde marzo de 2020, desde la lejana Sopa de Wuhan, ya es un cliché: este virus desafía el antropoceno, el delirio ese de la especie superior que controla alguna cosa. Tránsitos y transiciones.
 

6. Cansada

“Voy a hablar de la palabra que más escuché decir en los saludos de fin de año”, escribía Patricia Kolesnicov el 5 de enero. “¿Cómo estás? Cansada, cansado, cansada, cansado, cansada. ‘Quemada’, incluso, cuando ‘cansada’ ya no alcanzaba. Ese fue nuestro estado en 2021.
Dirán que 2021 resultó una cola larga de 2020, que los dos años se empastaron y al final del segundo cargábamos también con todo el primero, que fue la cuarentena, el asombro, el miedo, la muerte como Pancho por su casa. Cansada.
Dirán que 2021 sumó al cansancio de la cuarentena, el del intento de normalidad. Tenemos el barbijo, los cuidados, pero además las calles llenas de autos, la vuelta -más, menos, en fin- a la presencialidad, las corridas. Cansada.
Dirán que la vida digital al mango de la cuarentena acabó con cualquier cosa parecida a la desconexión, el horario de trabajo, el ocio como tal, la posibilidad de hacer una-cosa-por vez. Cansada, cansadísima.
Nada nuevo, acotarán los memoriosos. Ya en 2010, el filósofo coreano Byung-Chul Han, publicó La sociedad del cansancio. No había ningún COVID mediante, pero Han señaló que la sociedad ‘disciplinaria’, en la que si no hacías algo -tu trabajo– eras sancionado, había llegado al límite de sus posibilidades de producir. Y que, para producir más, habíamos entrado en la ‘sociedad del rendimiento’.
En esta modalidad, dice, el verbo es ‘poder’, poder sin límite. Puedo, puedo, y me autoexploto en el camino. Y, encima, siento que así me realizo. ‘Los proyectos, las iniciativas y la motivación reemplazan a la prohibición, el mandato y la ley’, dice. Y si no marchamos tan bien, si nos agotamos, nos deprimimos. Cuando no podemos ‘poder más’, dice, nos autoagredimos. Nos lo reprochamos. (…)
Claro que así, incansables, somos más dioses que la idea que tenemos de Dios. En la Biblia, ese relato fundador de culturas, Dios, que es todopoderoso, descansa un día. No se lleva laburo a la casa, no va adelantando, no tiene una reunioncita por zoom, no se va al baño a responder mensajes sin que lo vea la familia. Dedica un día a no producir más y lo declara sagrado.
Esta columna debió haber escrita hace una semana, con las notas de fin de año. Disculpen, no daba más.” Yo también le llego tarde. 
 

7. Sindemia

Jorge Viale me acerca esta palabra, que encontró en un artículo de Santiago Alba Rico publicado hace un año en Contexto. “El pasado mes de septiembre [de 2020], Richard Horton publicaba en la conocida revista The Lancet un artículo cuyo título puede resultar provocativo o sospechoso: “No es una pandemia“. (…) Horton sostenía que no nos enfrentamos hoy a una pandemia sino a algo más complejo y, por lo tanto, más peligroso: una “sindemia”; es decir, un cuadro epidémico en el que la enfermedad infecciosa se entrelaza con otras enfermedades, crónicas o recurrentes, asociadas a su vez a la distribución desigual de la riqueza, la jerarquía social, el mayor o menor acceso a vivienda o salud, etc., factores todos ellos atravesados por una inevitable marca de raza, de clase y de género. La sindemia es una pandemia en la que los factores biológicos, económicos y sociales se entreveran de tal modo que hacen imposible una solución parcial o especializada y menos mágica y definitiva.”
Decía Horton: “La noción de sindemia fue concebida por primera vez por Merrill Singer, un antropólogo médico estadounidense, en la década de 1990. Escribiendo en The Lancet en 2017, junto con Emily Mendenhall y sus colegas, Singer argumentó que un enfoque sindémico revela interacciones biológicas y sociales que son importantes para el pronóstico, el tratamiento y la política de salud. Limitar el daño causado por el SARS-CoV-2 exigirá una atención mucho mayor a las enfermedades no transmisibles (ENT) y la desigualdad socioeconómica de lo que se ha admitido hasta ahora. Una sindemia no es simplemente una comorbilidad. Las sindemias se caracterizan por interacciones biológicas y sociales entre condiciones y estados, interacciones que aumentan la susceptibilidad de una persona a dañar o empeorar sus resultados de salud. En el caso de la COVID-19, atacar las ENT será un requisito previo para una contención exitosa.”
 

5. Ecosexual

En mayo, la artista y activista Paula PIn me habló del Manifiesto Ecosexual de Annie Sprinkle y Beth Stephens (2014). Empieza así: 
“(I) Somos les ecosexuales. La Tierra es nuestra amante. Estamos loce, apasionada y ferozmente enamorades, y agradecides por esta relación cada día y todos los días. Para crear una relación más mutua y sostenible con la Tierra, colaboramos con la naturaleza. Tratamos a la Tierra con amabilidad, respeto y afecto. 
(II) Hacemos el amor con la Tierra. Somos acuófiles, terrófiles, pirófiles y aerófiles. Abrazamos árboles sin vergüenza, masajeamos la Tierra con nuestros pies y hablamos eróticamente con las plantas. Somos naturistas, adoradores del sol y observadores de estrellas. Acariciamos rocas, nos dan placer las cascadas, y admiramos a menudo las curvas de la Tierra. Hacemos el amor con la Tierra a través de nuestros sentidos. Celebramos nuestro punto T [our E-spot, por Earth, Tierra]. Somos muy sucies [un juego de palabras con dirt, que es suciedad pero también tierra]”.
El tercer punto dice “Somos una comunidad global ecosexual que crece rápidamente”. El cuarto, “Somos activistas ecosexuales”: “Salvaremos las montañas, aguas y cielos por cualquier medio que sea necesario”. El quinto, “Ecosexual es una identidad”: “Les ecosexuales pueden ser GLBTQI, heterosexuales, asexuales, y/o otres. Invitamos y alentamos a les ecosexuales a salir [del clóset]”. El sexto y último es un pledge, “El compromiso ecosexual”: “Prometo amar, honrar y valorar la Tierra, hasta que la muerte nos reúna aun más para siempre”.  
Sprinkle y Stephens definen “ecosexual” como:
“1: Una persona que encuentra a la naturaleza romántica, sensual y sexy. 
2: Una nueva identidad sexual. 
3: Una persona que imagina a la Tierra como su amante.
4: Un término usado en citas que describe a personas interesadas en el ambientalismo. 
5: Una estrategia de activismo ambiental. 
6. Un nuevo movimiento. 
7. Ver el Manifiesto Ecosexual.
8. Todavía por definir / explorar.”
El Manifiesto tiene una versión 3.0 de 2020 con addendas por el Covid-19.
“Ser ecosexual es un modo de ser anarcofeminista”, dice Charlotte von Mess en ElDiarioAr. “Se dejan a un costado los supuestos beneficios que daría el tener una pareja sexoafectiva. Ya no hay otro para que te salve ni te complete ni te cuide”. Cita el film Ammonite, donde una mujer “está horas y horas sola en la playa, que en verdad sería está horas y horas con la playa”. 
Dice Annie Sprinkle que al ver a la naturaleza como a una amante, no como a una madre, ya no podemos hacerle cualquier cosa: hay un dar y recibir, una responsabilidad. Otra posición.