2. Exus

A medida que cada intus de Severance va sumando horas de vida (laboral) (que también es vida), sus deseos empiezan a divergir de los de quien es afuera, de quien le mete en ese sótano prisión cada mañana: su exus. El exus es el opuesto complementario del intus, la traducción de “outie”: el/la de afuera. (Se me ocurre ahora que dado que la traducción española recurre a raíces latinas, podría usar la variación de género exus/exa, y también intus/inta. O ir por un intento neutro: exum, o exe, o hasta exx. En fin).
Cada intus fantasea con su exus: cómo será, cómo vivirá allá afuera, y sobre todo, por qué le metió allí. También tratan de comunicarse con elles para decirles que no vuelvan al sótano (pero el ascensor tiene un “detector de código” que impide llevar texto escrito, oh arma).
Y siempre vuelven. “La caja negra somos nosotros”, me decía hace unos días David Coronel, hablando de la relación con la tecnología.
La gran paradoja es que si ese exus dejara de ir a la empresa, su intus dejaría de existir. O, si pudiera subsistir, debería competir con su exus por un mismo cuerpo. Una suerte de esquizofrenia extrema.
Demasiadas alegorías trae Severance. El ascensor que media entre los mundos remite a la vez la barca de Caronte -que separa y une infierno y vida- y a la cabina telefónica que transmuta a Clark Kent en Superman. Y también a la duermevela (N84P08), el portal de los sueños donde soy otre de quien poco o nada sé, de donde emerjo con recuerdos que se escurren en instantes, como agua en la mano.
Lo más inquietante de la serie es que no termina de quedar claro si la separación entre exus e intus es distopía o, quizás, alguna forma de retroutopía (la empresa es inquietantemente ucrónica, con una estética del espacio de trabajo muy siglo XX, casi a lo Mad Men). Dice Jorge Carrión en una entrevista con Fernando García publicada ayer que vivimos atrapados en el realismo capitalista de Mark Fisher: “No hay un afuera del capitalismo ni un afuera de la tecnología.” Tampoco hay un afuera de las palabras. Pero hay ficción.