5. VAR

Cuando terminó el partido en el que Uruguay quedó afuera, Edinson Cavani salió de la cancha y pateó un monitor del VAR, furioso por dos supuestos penales que podrían haber cambiado todo. El aparato quedó tirado en el piso. Old man yells at VAR.
VAR significa “video assistant referee” o “videoarbitraje”, una sigla lexicalizada que usamos en masculino, refiriendo, supongo, al “asistente” o al “referee”, aunque hay asistentes y referís mujeres. EL VAR. 12 cámaras que controlan 29 puntos corporales de los futbolistas y el sensor en la pelota. 500 datos por segundo. Una tecnología manejada por humanos, como todas: a fin de cuentas, se trata de algunos jueces de video encerrados en una “sala de realización” que observan el partido y sus repeticiones. El árbitro principal –el que pone el cuerpo en la cancha, con los vahos y los traspiés que imprimen los cuerpos– se comunica con ellos por auricular.​ Buscan cuatro tipos de “acciones polémicas”: goles, penales, expulsiones directas y confusión de identidad. 
El objetivo es reducir el error humano. Claro: ¿qué ojo podría ser capaz de ver atrás y adelante, arriba y abajo, a derecha e izquierda, en un solo instante? El trabajo de los ojos, diría Mercedes Halfon. Imposible no pensar en el ojo del Gran Hermano, en el Aleph, en el cristal que todo lo ve y lo contiene. Y así y todo, siempre algo falla. Pero el VAR es la coronación de las neurosis de estos tiempos: no soportar la duda ni el error. Mucho menos la falla en detectar el error. La incertidumbre radical de los unknown unknowns. Que nada quede por fuera de la mirada. No quedar en orsai.
Dicen que el VAR rompió el juego. El juego como simulación, como agon, como aleas: ¿hay juego sin trampa y sin azar? Julia Kornberg y Paula Puebla: “un equipo profundamente humano jugando contra aquella modelización de la realidad que busca otear verdad allí donde el fútbol siempre se hizo de predicción, intuición y trampa”. En el partido contra Arabia Saudita, fue la mirada omnipresente del VAR la que, paradójicamente, nos hizo entender cabalmente qué significa quedar en orsai. Como dijo J.J. Becerra: “Argentina sintió que goleaba sin hacerlo, y en ese delirio se desentendió de la pelota y el juego”. Esos son los riesgos de verlo todo: quedar en orsai, o peor: que te dejen en orsai. 
Por Sol Montero