9. Expensas

“Ser porteña y trabajar con el lenguaje se debe parecer a ser pelirroja de nacimiento; es el único pelo que has tenido, pero vas por la vida acostumbrada a manejarte como una excepción, con la conciencia de la excepción”, dice Tamara Tenenbaum en ElDiarioAr.
(Me habría encantado ser pelirroja de nacimiento; me tocó ser porteña. No está mal).
Sigue TT: “Me toca pensar en esto muy seguido, y cada vez más, a medida que dialogo más frecuentemente con países —mercados— fuera de la Argentina. Los últimos tres años más o menos los pasé trabajando en la primera temporada de El fin del amor, adaptación de un libro que escribí, y que si todo sale bien va a verse en muchos lugares muy lejanos a mi Buenos Aires querido; el debate que más me gusta de todos los que tuvimos que tener fue el que trataba sobre la frase ‘pagar las expensas’. No fue particularmente largo, y la frase quedó, pero me gusta porque representa muchas cosas: cuando hablamos de la dificultad del dialecto rioplatense pensamos sobre todo en el voseo o el lunfardo, y pocas veces en la cantidad de frases y construcciones que usamos sin saber que son de acá. Me gusta también porque muestra algo que es obvio, que es que las variaciones del español representan no solamente maneras de hablar específicas sino también mundos específicos: economías específicas, transacciones específicas, formas de vida específicas. ‘Pagar las expensas’ no solo es una frase que no existe en otros lugares; es un concepto muy distinto en otros lugares, en los que ese gasto no está tan cerca de lo que se paga por un alquiler, en los que los encargados no son la institución que son aquí (acá) y las reuniones de consorcio tampoco. Por eso no se la podía sacar: una discusión sobre departamentos que hable de ‘los gastos’ y no de las expensas es una discusión que no está sucediendo en Buenos Aires, sino en algún no-lugar inventado en el que los personajes se cuidan de no ser malentendidos como si supieran que hay alguien que los está mirando. Es esto último lo que me molesta a veces en la traducción, también, lo que creo que hay que combatir: el miedo al malentendido. Si los originales se donan siempre al malentendido, porque el lenguaje necesariamente lo hace, la traducción no debería venir a rescatarlos.”