2. Oceanazo

“¿Y el mar?”, pregunta Marina Mariasch en su newsletter El bosque de los signos. “¿Qué nos dice el sonido de sus olas en estos tiempos de crisis climática? ¿Somos capaces de curarle las heridas como el mar limpia las nuestras?”
La carta de Marina llegó justo el viernes, el día del Oceanazo, la acción de rebelión costera global que se dio cita en decenas de ciudades de América y Europa para protestar contra la explotación petrolera en los mares. Esta protesta viene fogoneada por el derrame de casi dos millones de litros de petróleo frente a las costas de Perú, y por los múltiples derrames en los ríos de Ecuador; se construye además sobre el Atlanticazo que a comienzos de enero tomó todos los balnearios de la costa argentina, en temporada altísima de playa, en este casi primer verano en dos años, para oponerse a la explotación petrolera en el mar.
Porque parece que no, ya no se puede ni ir a la playa un par de días en paz que te tiran peces muertos en la cara (en las costas europeas pueden ser hasta personas muertas). Aunque te quieras escapar, el conflicto te alcanza, hasta en el mar. Incluso al mar. No sé qué nos pudo llevar a creer que el mar estaba fuera de los límites, que iba a zafar, si desde siempre fue campo de batalla. Quizás imagináramos que, en su inmensidad, nada le haría mella; como hacer pis bajo la ola y pensar que nadie lo va a notar. Es duro pensar en un mar vulnerable. Y vulnerado. 
En Argentina, por lo pronto, cuatro recursos de amparo buscan revertir la Resolución 436/2021 del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible del 30 de diciembre, que autoriza a las petroleras Shell y Equinor a explorar las posibilidades de extraer petróleo submarino cerca de la costa de Mar del Plata. Un intento por mantener el santuario. Con lo que simboliza el mar ni me voy a meter.
Mariasch cita a Cristina Rivera Garza: “Uno necesita el mar para esto: para dejar de creer en la realidad. Para hacerse preguntas imposibles. Para no saber. Para dejar de saber. Para embriagarse de olor. Para cerrar los ojos. Para dejar de creer en la realidad”.