8. Precarización

“Tras más de 23 años me desvinculo del diario La Nación”, anunció Diego Batlle. A diferencia de Nora Bär, quien renunció hace un mes, explica sus razones. “Todo lo que me interesa (cine de calidad, festivales, películas argentinas) hoy no genera clicks. Importa más la foto de Instagram de un/a influencer o modelo que Scorsese (…). No tengo nada para aportar en ese terreno. (…) No tengo nada que ver con las posturas editoriales de LN ni menos aún con LN+. Pero nunca me sentí incómodo por esas diferencias ideológicas. Lo que sí me incomoda es la tremenda diferencia entre figuras de LN+ que cobran millones de pesos mensuales y colaboradores precarizados, que ganan monedas. (…) En el periodismo aprendimos a hacer cosas que no nos gustan demasiado cuando la paga es digna o cosas que nos gustan mucho por pocos o nulos ingresos. Pero hacer cosas que no nos dan placer por retribuciones ridículas es el peor de los mundos. (…) En momentos de esplendor trabajar en los medios masivos era fundamental para consolidar una carrera. Hoy, ya no. Siento que los periodistas debemos potenciar los proyectos personales.(…) La precarización es un camino sin retorno”.
La última vez que renuncié a una editorial, sentía que me estaban calentando el agua tan lento que iba a hervir como a la rana de la fábula: cada día más clickbait y menos placer. Plata nunca hubo mucha.
“Creo que el periodismo va a ser una actividad para personas con vocación”, dijo Jorge Fontevecchia, presidente y CEO del Grupo Perfil, a revista Crisis. “En la segunda mitad del siglo XX, trabajar de periodista era atractivo incluso para personas que buscaban progreso económico; hoy dejó de serlo y se parece más a un profesor universitario, o a un médico de hospital (…). A lo mejor para el periodismo eso puede significar una mejora, que aumente el nivel de compromiso y deje afuera a quienes solo quieren maximizar su beneficio”.
Pero la fábrica de clicks mata la vocación. Y docentes y médicos, aunque pobres, tienen estabilidad. Para mí el periodismo se asemeja cada vez más al arte: vivir de eso es un privilegio de élite. Para el resto quedan los empleos complementarios, la changa, la docencia y la autogestión; ahora le dicen creator economy