1. Jallalla

Lo contrario de un neologismo: un ancestrologismo. Esta palabra aymara de más de mil años sonó fuerte en hashtags y titulares el domingo pasado: ¡Jallalla Bolivia! El día de la elección que devolvió al gobierno al MAS, el partido indígena de Evo Morales, Google Trends registró un pico de búsquedas. 
Jallalla, una suerte de saravá aymara: “que viva”. Ningún lamento boliviano: una expresión de asentimiento, de agradecimiento, de petición o expresión de deseos, según el caso. La primera referencia en español es del jesuita Ludovico Bertonio, que en 1612 documentó en el Vocabulario de la lengua aymara jalla jalla como “bueno está, bueno está”. 
Se encuentra también con el sentido de “vivir bien entre nosotros”, y tiene uso extendido en actos espirituales. Simboliza unión y pertenencia: lo que el ex canciller de Bolivia Fernando Huanacuni llama “el restablecimiento de la armonía de lo que no vemos con lo que vemos”. “Cuando decimos jallalla no solo es para la dimensión humana; también es para la montaña, la tierra, el río, el árbol; es para todos”, explica. 
Suena además en contexto de lucha, como en “¡Jallalla Túpac Katari, jallalla Bartolina Sisa!”. Según el investigador Wilfredo Plata, “desde la década del setenta se usa en todos los acontecimientos de reivindicación y acción política”. Cientos de movimientos sociales llevan la palabra como bandera. El libro de Sandra Russo sobre el Tupac Amaru se llama Milagro Sala Jallalla. “Jallalla Evo” se resignificó tras el golpe de Estado.
La coplera salteña Jacinta Condorí abre o cierra su canto así: “Jallalla es una palabra quechua aymara que significa que lo que nosotros estamos haciendo y diciendo, en estos momentos, se va a concretar. Y no se va a concretar solamente por decirlo, se va a concretar porque nosotros vamos a trabajar para que así sea, todo el universo va a confiar para que así sea, porque nuestros abuelos no murieron en vano, porque nuestro trabajo no es en vano y vamos a decir dos veces jallalla, hermanos”.