6. MENA

Y las fronteras se mueven como las banderas, cantaba Jorge Drexler en 1999. Ya entonces vivía en España, un país con fronteras movedizas; como todos, bueno.
Esta semana hubo otra crisis migratoria en el sur de España, en el norte de África; ahí donde cantaba Manu Chao. Cerca de ocho mil migrantes, en su mayoría marroquíes, se lanzaron al mar para cruzar un espigón y alcanzar la playa de El Tarajal, en Ceuta, territorio español. Dos murieron ahogados; un tercero murió al tirarse de un muro que cierra el puerto; dicen que habría intentado subirse a un barco para llegar a la Península Ibérica. 5600 ya están de vuelta en Marruecos.
El martes, una foto recorrió el mundo: Luna Reyes, una española de veinte años, voluntaria de la Cruz Roja, abrazaba y consolaba a un migrante subsahariano recién salido del mar. La chica recibió tantas agresiones que tuvo que cerrar sus redes sociales.
Mientras tanto, cerca de 800 niñes y adolescentes se hacinaban en las naves industriales de Tarajal, un depósito de mercaderías donde les instalaron casi sin agua, comida, baños ni abrigo. Piden cruzar a la península, pero algunes ya están pensando en volverse a Marruecos.
La derecha española los llama despectivamente MENAs, por “menor extranjero no acompañado”; en la RAE, siempre tan copades, dicen que “el sustantivo mena, que proviene de la lexicalización de la sigla MENA (‘menor extranjero no acompañado’), es un término adecuado en español”. La lexicalización del desprecio.
Según UNICEF, en 2019 había más de 12000 de estos menores en España. Hace un mes, durante la campaña electoral, Vox puso un cartel en la estación Puerta del Sol de Madrid que decía “Un mena 4.700 euros al mes. Tu abuela 476 euros de pensión/mes. Protege Madrid. Vota seguro”. Se veía a un muchacho encapuchado, de tez más oscura que la abuelita y con la cara tapada por un pañuelo. El Ministerio Público de Madrid denunció al cartel como un crimen de odio y pidió que lo retiraran. El juez se negó.