4. Aerosoles

Bueno, no todo todo se desvanece en el aire. Los virus quedan. Un año de pandemia y todavía casi no se habla de los aerosoles, una de las mayores vías de transmisión del COVID-19; las otras dos son las gotículas y (muy muy minoritaria) las superficies. 
Las gotículas son el spray de la saliva que puede alcanzar a una persona si otra habla, canta, tose o estornuda muy cerca; con mantener dos metros de distancia suele alcanzar para evitarlas. Parece fácil, porque sentimos que los proyectiles de saliva se “ven”, o casi. Pero los aerosoles son otra cosa: están en el aire, en espacios cerrados. Esto explica por qué, si nos pasamos un año desinfectando a lo loco cada paquete de arroz, sacándonos los zapatos al llegar a casa, usando barbijo y manteniendo distancia (ponele), la pandemia sigue desbocada, incluso con la vacunación en marcha. 
Toda esta info circula hace rato: el 2 de febrero Nature sacó un editorial titulado “El coronavirus está en el aire – hay demasiado foco en las superficies”. Pero lo de “en el aire” es confuso. Yo tendía a pensar “las gotículas, ya sé”. Lo de los aerosoles recién me quedó claro leyendo a Jose-Luis Jiménez, español, profesor de Química en la Universidad de Colorado. Impulsa el hashtag #COVIDestáenelaire, equivalente del #COVIDisAirborne, en inglés, y promueve la medición de dióxido de carbono (“aire exhalado”) en todos los espacios cerrados para controlar si la ventilación es adecuada, desde la iniciativa Aireamos. “Recomendamos que haya la ventilación necesaria para que haya menos de 700 partes por millón de dióxido de carbono”, explica en esta breve entrevista. La otra medida que recomienda es el barbijo bien ajustado: “por un hueco del 2% del area de la mascarilla pasa el 50% del aire sin filtrar”. En Argentina, el físico Jorge Aliaga trabaja en la misma línea; para eso diseñó un medidor de dióxido de carbono abierto, replicable de manera simple y de bajo costo, con materiales accesibles en el país. Gracias.